Maquínica negra

Tú podrías ser lo más importante, estar antes que las canciones de P J Harvey, ahora que escribo sin calma. Ser el centro de mi mundo y del mundo.

Quiero contarte algo: cuando me inscribí en blogueratura, el portal que en México, abre sus puertas a todos los que escriben, lo hice en personales y al principio cyborgs y zines apareció con el recuadro literatura, así que escribí para decirles que lo corrigieran. Sabes que no soy una literata, no soy una profesional. Escribo contra el tiempo, estoy en el bando de los que escriben en las madrugadas, entretiempos, cuando algo me sacude, cuando quiero contar una alegría atesorable. Sabes que lo que me interesa es encontrar alguna resonancia, franca, aunque no sea la de un escritor reconocido. Ese aunque está demás, ¿lo crees?

Mi cuerpo es una máquina con piel. Me conoces y posiblemente a veces me recuerdas.
Anoche en el centro de la ciudad, estuve leyendo unas cartas de amor en un pequeño libro coloridamente empastado. Un corazón rojo dibujado y dentro muchas cartas de amor. De Freud, de John Keats, de Gala a Paul Eluard. La última carta me conmovió hasta la canción que guardo, querido mío de la distancia y el no retorno. "No hay muerte entre nosotros" le dice Simone de Beauvoir a Nelson Algren. Aún no encuentro esta carta en el mar googleano. Y te lo cuento, sabiendo que eres capaz de imaginar la fuerza de la carta. Una sola carta puede contener el peso del mundo y su más esencial verdad.

Nadie sabe quién eres o quien fuiste. ¿Tal vez eres otro al que desconozco? Tan sólo pensar en esa posibilidad me entristece. Y no quiero estar triste. No puedo estar triste.

Si encuentras esta bitácora cambiada nuevamente, será porque la informática no es infalible y en internet explorer los acentos y las eñes se desconfiguran cuando a la segunda vez entras a la página y tú sabes que las desconfiguraciones son detestables. Amo los diseños amplios y sugerentes. Como en la vida, amo lo vasto y significativo y lo que habita en una microscópica imagen terrestre.

Nadie sabe quién eres. Me refiero a un nadie anónimo entre quienes me conocen a través de esta bitácora. En una carta de navegación virtual tu recuerdo permanece suspendido por palabras como éstas, insuficientes, pobres, lentas respecto a ti y tu luminosidad (la que recuerdo). La lentitud es quizás lo únicamente hermoso

(en medio de la rapidez de las circunstancias, la lentitud del amor niebla queda)

que puedo ofrecerte en medio de esta carta, ahora que las canciones de amor no existen porque ya no estás.