canciones del futuro pasado (1)

el año de la conflagración martusiana (cuando el crack de la economía fue la desaparición del dinero en papel)

busqué un pretexto para silbar havalina, la canción que amaba mi abuela que vivió 101 años y a quien ayudé a crear unas marionetas metálicas de tamaño natural con peso de helio (para creer que era el peso del humo, por jugar)

en las calles nadie gritaba sudacas, sólo escondían su rabia en ese desprecio velado al mirar una piel oscura. la chiquillada rapada con svásticas ocultas se enamoraba como lo hacen los niños soñadores

¿has visto cómo se enamora un niño soñador?

sólo que ellos pintaban graffitis con sangre y echaban a los containers, los brazos partidos de sus víctimas.
luego comían emparedados con queso derretido y volaban en sus autos con aletas blindadas.


nosotros viajábamos en varias dimensiones, nos devorábamos a veces por soledad y leíamos ensayos sobre la physica de este tiempo, los bosques de la ciudad nos acogían, éramos solitarios caminando en grandes grupos mezclados entre las corporaciones y el espectáculo del fuego en el centro de las conflagraciones, entre científicos de cofradías que celebraban a giordano bruno y a los antiprofetas de una era que mi abuela jamás hubiera comprendido.

mientras sonaba havalina, nuestros cuerpos se balanceaban sin nostalgia, cyborgs al filo de enigmas irresueltos.
toqué mi malla de metal y doblé esa esquina, hacia el territorio de los que escapaban a otra dimensión. corrí.




fotografía de alfred stieglitz.